La calçada portuguesa es uno de los símbolos más icónicos de Portugal, famosa por embellecer calles y plazas con patrones geométricos y diseños artísticos en piedras de caliza negra y blanca. Originada en el siglo XV, su técnica fue ampliamente desarrollada durante el Renacimiento y se consolidó como un elemento cultural y estético en las ciudades portuguesas.
Inicialmente utilizada en monumentos y áreas nobles, como la Plaza del Rossio en Lisboa, la calçada portuguesa ganó popularidad y se extendió a diversas partes del mundo, especialmente en antiguas colonias portuguesas como Brasil.
Calçada Portuguesa: Historia y Arte Global
La calçada portuguesa sigue siendo un ícono de identidad nacional y una atracción imperdible para quienes visitan Portugal.
Más allá de su belleza, la calçada requiere un trabajo artesanal minucioso, realizado por calceteiros, quienes transforman piedras en auténticas obras de arte. Caminar sobre estas superficies no es solo recorrer un camino, sino también experimentar la historia y creatividad de un pueblo.
Los Jesuitas, al valorar estas piedras, comenzaron a emplearlas para crear patrones geométricos y artísticos en los territorios portugueses. En el siglo XIX, Lisboa se destacó como la ciudad donde la calçada portuguesa floreció, convirtiéndose en un símbolo de la capital. La emblemática Praça do Rossio, con 9.000m², muestra diseños de olas marinas, un patrón replicado en todo el mundo, como en Copacabana, en Río de Janeiro.
Originalmente, los calceteiros, prisioneros conocidos como «grilhetas», realizaban este trabajo en el Castillo de San Jorge. Hoy en día, esta profesión está en peligro de desaparecer, con pocos artesanos manteniendo viva esta tradición, un ícono cultural y artístico de Portugal.